Romero es autodidacta. Todo lo ha aprendido a través de la observación y el descubrimiento. Romero es rebelde. No quiso utilizar el clásico pincel para expresar lo que sentía, lo hizo con la espátula porque para él, este elemento le deja mostrar lo que siente a través de texturas y la transparencia de color.
Caballos con una fuerza insospechada, mariposas delicadas, árboles salvajes, naturaleza viva con solo trazos y colores hacen que la obra del artista llegue a la retina del espectador, como un lienzo donde se relatan sentimientos, paz y armonía. “ Me ha sorprendido que el público que ve mi obra, me diga que se tranquilizaron o que les cambié la vida y, es que el arte, cambia vidas”.
Él ha pintado desde que era un niño, pero por cosas del destino y de la sociedad pensó que su camino era distinto; sin embargo, la vocación llama a la puerta muchas veces, hasta que esta se abre. Eso lo entendió el maestro Romero. “Solamente cuando tuve la fuerza y el impulso interior venciendo muchos miedos logré desbloquearme y desarrollar este proceso creativo maravilloso”